EL CHADOR AZUL by Beatriz Pitarch

EL CHADOR AZUL by Beatriz Pitarch

autor:Beatriz Pitarch
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788475846637
editor: LAERTES
publicado: 2014-03-28T00:00:00+00:00


Naín

En nuestros planes, nuestro próximo destino era Isfahán. En los de Amir ha sido Naín. Nos quiere enseñar una mezquita que vale la pena y, aunque no lo habíamos hablado, hace parar el coche porque sabe que nos va a gustar. Acierta. La mezquita del viernes de Naín es muy modesta, no tiene azulejo, solo ladrillo y alguna parte de estuco. Está rodeada por arcos de carpanel y resulta especialmente acogedora. Amir entra conmigo a la mezquita, completamente vacía y cubierta de alfombras en tonos granate. Me pide que le haga fotos, corretea, se esconde detrás de las columnas y se coloca en el puesto reservado al mulá diciendo “ahora, ahora, hazme la foto antes de que entre nadie”. Y luego se parte de la risa. En momentos así me recuerda a un pequeño Peter Pan de 35 años, inocente y feliz cuando se trata de hacer travesuras.

Bajo la mezquita hay un espacio subterráneo, también creado para la oración, y carente de alfombra o decoración alguna. Lo más curioso de este espacio es la temperatura, unos quince o veinte grados menor que la que reina en la superficie, lo cual en días tan calurosos como el de hoy se traduce en una sensación tan agradable que me gustaría prolongarla durante más tiempo. Pero Asun nos espera en la parte de arriba, puesto que para acceder a la mezquita subterránea había que bajar unas estrechísimas escaleras, numerosas y empinadas. Cuando subimos, Sadeq ha preparado un nuevo picnic improvisado. Tenemos té y dulces, y los degustamos al lado de la furgoneta, con las puertas abiertas, disfrutando de una agradable conversación.

Amir nos cuenta que en la universidad la separación de sexos no es tan estricta como en el colegio. De hecho, chicos y chicas van juntos a las mismas aulas, aunque eso sí, los chicos se sientan delante y las chicas detrás.

—Recuerdo una vez que me salté las “normas” y me senté detrás del todo rodeado de un grupo de chicas.

—¿En serio? —algo así de simple me estaba pareciendo de lo más provocador—. ¿Y te dijeron algo?

—Las chicas sonreían desde el principio. Se miraban entre ellas esperando a ver si me decían algo. Cuando llegó el profesor me llamó la atención y me instó a que me cambiara de sitio, pero no lo hice. No pasó nada más, en la universidad las cosas son más flexibles.

—¿Y no hubo ninguna consecuencia?

—Sí, desde ese día… ¡las compañeras fueron mucho más simpáticas conmigo! —estalló entre risas.

Mientras apuramos los últimos sorbos de té, recibimos la visita de un rebaño de becerros. Hay decenas de ellos que pasan a nuestro lado, olisquean, se paran, nos ignoran y siguen a la mujer que les guía. Detrás va un joven muchacho con una vara alentando a los más rezagados. Justo entonces llega un autobús repleto de turistas y los becerros —los animales— se convierten en la mayor atracción. Algunos turistas bajan y hacen fotos, otros se quedan mirando por la ventanilla, pero todos señalan a los becerros, que a estas alturas han rodeado el autobús.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.